¿Qué es una start-up?

conoce todas las realidades en torno a esta nueva forma de emprendimiento, las fases que suele tener, su finalidad…

 

Hoy hablaremos sobre qué es una start-up.

Aunque, en pocas palabras se puede definir una start-up como una empresa joven, innovadora y que arriesga, suele tratarse de proyectos en los que los emprendedores consideran que tienen una oportunidad de negocio clara y con una potencial asunción de riesgos y crecimiento. De igual forma, requieren un amplio tiempo de dedicación, pero éste puede llevarles hacia el éxito en un corto periodo temporal.

Dicho de otra manera, una start-up es innovadora, busca desarrollar una idea de negocio de manera rápida. Y lo suele hacer con un presupuesto limitado, y en un momento en el que el mercado aún no ha identificado una demanda.

Se trata, además, de una forma de emprendimiento cuya popularidad ha crecido de manera importante en los últimos años, porque suele venderse con la idea de que su impulsor es “su propio jefe” y logra la independencia financiera y personal.

Aunque esto, con sinceridad, no es lo habitual.

De hecho, estas empresas, que habitualmente se vinculan con el ámbito tecnológico, suelen morir en el intento, esto es, muy pocas sobreviven a los cinco años de vida, y en ese periodo afrontan fases en las que el aspecto financiero es fundamental.

Fotografía de una start-up

Flexibilidad, escalabilidad y metodología

Otra singularidad de este tipo de empresas es que tienen una estructura de costos flexible, que tienen un enfoque centrado en la escalabilidad y que suelen recurrir a metodologías. Por ejemplo, algunas de las que hemos hablado aquí, como Agile o Lean Startup, por poner dos ejemplos.

Pero, ¿qué empresa puede ser una start-up?

Básicamente, cualquiera, desde una pequeña empresa local que abra un nicho de negocio desconocido en su sector, hasta una compañía que desarrollo un software innovador y útil para un determinado servicio. Pero con una serie de características.

La condición sine qua non que ha de producirse es que la idea se desarrolle de una manera ágil y eficiente, con los recursos limitados que habitualmente se disponen y que el producto o servicio resultante sea verdaderamente necesario o demandado por los consumidores.

Las start-ups, con gran atractivo en particular para colectivos más jóvenes, suelen tener también un enfoque de experimentación, y suelen aprender rápido de sus errores y corregirlos. Todo ello con el propósito último de que el producto, artefacto o servicio que buscan comercializar satisfaga esas necesidades detectadas.

Financiación de start-ups

Entre los mayores quebraderos de cabeza a los que se suele enfrentar un emprendedor que trata de impulsar -solo o en equipo- una start-up se sitúan las fuentes de financiación.

Se acostumbra a recurrir a los recursos propios, a apoyos facilitados por las tres efes, como se suele denominar a esa terna que componen la familia, los amigos (friends, en inglés) y locos (fools) que apuestan por el proyecto.

Los post-its no pueden faltar en una start-up que se precie

Si bien, existen otras fórmulas, como las de las sociedades de garantía, como Iberaval.

El nivel de financiación que necesita cada proyecto, obviamente, depende del tipo de emprendimiento que se busca afrontar, de las tácticas y sobre todo de los objetivos que se persiguen.

Etapas de desarrollo de una start-up

Hablamos de una forma moderna (cada vez menos) de afrontar los negocios, con un equipo de desarrollo e inversores, cuya meta está en crecer rápido y ganar suficiente. En palabras gruesas.

Si bien, ¿qué fases suelen vivir las start-ups?

Podríamos resumirlas en cuatro, aunque esto requiere explicación:

  • Nacimiento. – Es el momento en el que se siembra la semilla (de ahí el término en inglés seed) o idea de negocio, en el que empieza a rodar el proyecto, donde se establece un plan, y que será clave para ver hacia dónde va: el estrellato o el estrellarse.
  • Fase temprana. – Alude a esa etapa de consolidación, en los primeros pasos de la compañía, cuando sale al mercado, una vez se han definido los objetivos a abordar y se ha fijado un timing concreto para abordar cada uno de esos retos. Comienzan a aparecer inversores privados o incubadoras interesados en la iniciativa que se propone.
  • Crecimiento. – Se refiere al impulso de crecimiento que alcanza el proyecto y que permite consolidar a la start-up. Es en este momento cuando aparecen con fuerza -de una manera más evidente y profesional- diferentes novias a la iniciativa que se plantea. Pueden ser business angels, capital riesgo o aceleradoras, por ejemplo. Esto puede tener dos caminos diferentes:
    • Expansión. – En el caso de que la start-up atraiga a potenciales compradores del producto, y sea un éxito, aparecerán inversores que harán variar el modelo de negocio, dado que tendrán que validar acciones, aprobar operaciones, etcétera.
    • Venta o salida. – Se trata de ese momento en el que esos inversores ponen toda la carne en el asador y hacen una oferta de compra, que, por tanto, para el propietario es de venta, y en muchas ocasiones por un importe elevado, que además, obliga al impulsor de la idea o iniciativa a abandonar el barco. En estos casos, suele tener lugar la aparición de nuevos ciclos de desarrollo dentro de la iniciativa. No siempre con éxito.