Analizamos el impacto de la crisis energética y el aumento de precios en los alimentos
Llevamos ya varios meses de inflación en España. La cuesta de enero y la vuelta al cole parecen haberse instalado, de manera perenne, en nuestro calendario. Pero, ¿por qué está todo tan caro? ¿por qué tiene tanto impacto para nosotros el encarecimiento de los precios? La respuesta a esta última pregunta parece evidente, pero vamos a analizarlo. ¿Nos acompañas?
España ha registrado el mayor incremento de su IPC en casi cuatro décadas. Pero la cuestión es que dicha ratio no cae especialmente porque el encarecimiento en el coste de los combustibles no está teniendo una bajada a igual velocidad, por lo que las cifras siguen estando en el entorno del doble dígito, algo no visto por aquí en muchísimos años.
Sí, pero, ¿por qué todo está más caro que antes?
Es una buena pregunta teniendo en cuenta que España es un país -o así se nos ha contado durante mucho tiempo- productor de energía. Con variantes como la hidroeléctrica, la eólica o la solar en crecimiento durante las últimas décadas. Y el encarecimiento tiene que ver con el mix energético existente en nuestro territorio.
Además, España dispone de una buena conexión gasista con el norte de África -pese a ciertas tiranteces políticas en los últimos tiempos- dada nuestra estratégica situación geográfica. Asimismo, somos una gran exportadora de alimentación y de bebidas -concretamente, ese apartado representa más del 20 por ciento de nuestra riqueza-.
Por otra parte, producimos -según datos de 2020- más de 25,4 millones de toneladas de cereales, si bien es cierto que tenemos dependencia de la Europa del Este en alimentos como el maíz o el trigo.
Esto está condicionando aspectos que vamos a ver a continuación.
La cesta de la compra
Hace un tiempo (21 años nada menos) el grupo madrileño La Cabra Mecánica y María Jiménez popularizaban una canción con ese título. Eran tiempos mejores para ese titular.
Hoy en día, acudir a un supermercado con un conocimiento de los precios previos, de hace tan solo unos meses, puede constituir un auténtico shock para muchos clientes.
Según esta información de agosto de 2022, el 76 por ciento de los alimentos había subido más de un 10 por ciento. En dicho texto se apuntaba a alimentos en concreto con subidas muy significativas, como la de la harina -38 por ciento-, la pasta -por encima del 30 por ciento-, o los huevos -más del 22 por ciento-.
Una circunstancia que nos sitúa muy bien en una realidad que tiene impacto no sólo en nuestro día a día en el hogar, sino que esta traslación de cercanía se puede aplicar a lo que acontece en las empresas.
Por el momento, no hay falta de stock, pero la realidad es que ya se ha ido notando, sorprendentemente, el racionamiento de productos tan sencillos de producir como son los hielos, y que se convirtieron en un mentidero el pasado verano. Hasta con tutoriales en Youtube sobre cómo fabricarlos de manera doméstica…
La revisión de los presupuestos particulares
– Sí, pero aún no entiendo por qué está todo tan caro.
– Vamos acercándonos. Un poquito de paciencia…
Desde finales de 2020 el conjunto de los países percibe un aumento del coste de las materias primas, algo que ha coincidido en el tiempo con la lógica reactivación económica tras el parón obligado que supuso el COVID-19. Y esto ha sido algo que ha tenido impacto en la cotidianidad de muchos hogares, por ejemplo, en las pequeñas obras particulares, que han visto como los precios inicialmente presupuestados y pactados se han tenido que revisar al alza.
Cuando todo parecía que iba a seguir el carril marcado, aunque ya se percibían vientos de desaceleración económica, se desató la guerra de Rusia y Ucrania, ambos productores en masa de alimentos esenciales en la dieta, como los ya nombrados cereales. Pero también exportadores de lo que “comen” otros compañeros de nuestro viaje diario, como son los automóviles y ciertas máquinas con las que convivimos… Hablo, sí, de los combustibles fósiles.
El IPC
De modo que, en un efecto de tormenta perfecta, y con los denominados mercados con una inestabilidad digna de reseñar, así como con los bancos centrales con la lupa puesta y subiendo el precio del dinero, nos encontramos con un IPC en constante escalada.
Ésta es la ratio a partir del cual tenemos una idea clara de la evolución de los costes de la cesta de la compra -ese símil en el cual nos podemos situar para entender bien hacia dónde vamos y de dónde venimos-, no es otro que el Índice de Precios al Consumo (IPC). En él, localizamos una docena grupos de productos -en base a un total de casi 500 referencias identificadas-, en las que destacan, Alimentos y Bebidas no alcohólicas (con casi el 20 por ciento del peso total), Transporte (14,7 por ciento), Vivienda (13,4 por ciento) y Hoteles, cafés y restaurantes (12,3 por ciento).
Junto a ellas hay otros productos que se analizan para determinar el IPC, como son Ocio y Cultura, Vestido y Calzado, Menaje, Medicina, Comunicaciones, Bebidas alcohólicas y tabaco, Enseñanza y otros.
La institución encargada de realizarlo es el Instituto Nacional de Estadística (INE), a partir de encuestas que lleva a cabo en más de 150 municipios, y cerca de 30.000 establecimientos.
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